Yo mismo te di ese sobrenombre. Fue de las primeras cosas que recibiste de mí. El simple hecho de aceptar que así te llamara comenzó el proceso de entrega. Cada vez que me permitías llamarte así me hacía un poquitito más tuyo. Supongo que fui capaz de percibirlo: permitirme NO dirigirme a tí por tu nombre me hace sentir especial; y cómo no, todo mundo te dice por tu melodioso nombre...
Hace unos días explicaba por qué te di ese nombre. Las razones las conoces desde el primer día: tienes una linda, blanca y redonda carita; como un quesito panela. En un ataque de esos que le dan a Marco, agregó un comentario que, tal vez cierto, me hirió enormemente. Se refirió de una manera ensañada a los detallitos en tu piel.
Meditando sobre qué fue lo que me dolió tanto, pensé que no puede haber sido el comentario como tal: para mí eres hermosa. LA hermosa. MI Hermosa. MI MÁS Hermosa.
Planeé no decírtelo jamás. No sé en qué abyecto momento lo mencioné. Insististe hasta hoy en saber qué era eso que había dicho Marco. Ya te lo dije. Ví tus ojitos ponerse vidriosos. Ví ese gesto que dibuja la desazón en tu rostro. Me sentí muy mal.
Muy mal...
No puedo decir mucho más. No me canso de decirte lo hermosa que eres y lo magnífico ser humano que me resultas.
Tal vez lo que me entristeció fue el imaginar que hay quien no mira esos adornos en tu pielecita como parte de lo que construye tu infinita belleza.
Te amo,
CM
Thursday, November 20, 2008
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